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Ébano

POR Pilar Lozano • 22 noviembre 2023

Autor: Ryszard Kapuscinski | 352 págs. | Anagrama | 2018

Este libro me llevó a sentir y a vivir África, ese inmenso retazo del mundo donde resultan más valiosas el agua y la sombra. Ébano muestra la gigantesca deuda de los países europeos con este continente  saqueado “de sus gentes, arruinada y destruida”. Una rapiña que empezó antes de que se lo repartieran, con las redadas para cazar humanos y esclavizarlos.

Kapuscinski llegó por primera vez a África en 1958. Aterrizó en Ghana, recién liberada. El sueño de sus gentes no solo era ser libres, sino iguales y lo alimentaba un hombre reverenciado como un profeta:  Nkrumah, uno de los líderes que pregonaba ¡África para los africanos! Empezaba la oleada de movimientos descolonizadores impulsados por muchos de los que fueron enrolados en las filas de los ejércitos franceses e ingleses en la Segunda Guerra Mundial. Allá, en los campos de batalla se les desdibujó esa creencia del blanco como ser superior que les habían inculcado. Regresaron a sembrar ideas de emancipación. Todo esto nos cuenta este periodista polaco.

Pero en un mismo Estado —como ocurrió en las colonias— quedaron unidas etnias rivales, enemigas. Llegaron, entonces —asegura este maestro del reportaje—, las “décadas  más oscuras”. Se encadenaron guerras civiles, golpes de Estado, masacres y revueltas avivadas más de una vez por los antes amos y por las dos potencias de la guerra fría. El autor resume estos tiempos aciagos: “Pobreza y decepción en los de abajo. Voracidad y codicia en los de arriba”. Anidaron dictadores como Idi Amin en Uganda y Mengistu en Etiopía y surgieron ejércitos de niños: ocuparon el lugar de los adultos muertos en tanta guerra. Señala a los ingleses como artífices de la larga guerra en Sudán y a belgas y franceses —estos últimos ya aceptaron su culpa— como instigadores de la tragedia en Ruanda.

Kapuscinski pasó largos periodos, durante 40 años, en este convulsionado continente. Sus historias reflejan también un mundo espiritual rico y complejo, comunidades donde el individualismo es visto como señal de desgracias. Pinta con palabras paisajes y momentos deslumbrantes: “Al alba en la tierra aparecerán, al mismo tiempo, el sol y la sombra del árbol, el sol despertará a la gente, que no tardará en ocultarse buscando la protección de la sombra”. “Es como un gran jardín botánico donde se ha permitido que se establezcan los humanos”, dice al describir un lugar de Ghana. Y retrata  las montañas de Ruanda: ”altas y al mismo tiempo suaves. Sus tonos esmeralda, violeta y verde aparecen enmarcadas por la luz del sol”. Y comparte su fascinación al conocer la llanura de Serengeti, la más grande concentración de animales salvajes: ”Precisamente aquí se contempla ese mundo recién nacido, un mundo sin el hombre, y por lo tanto sin pecado”. 

Revela, además, secretos: ¿cómo mueren y dónde están los cementerios de elefantes? Y narra la insólita historia de Liberia. Es un libro plagado de vivencias; aparecen los peligros que acechan en todos lados: la malaria, las serpientes, las hambrunas, como las que conoció en Etiopía y en Somalia. Allí, en el desierto somalí, los niños empiezan a cuidar rebaños de camellos a los ocho años, “esas acacias solitarias, esas matas de hierba espinosa, esos baobabs gigantescos se convierten en señales que les dicen dónde están y por dónde deben caminar” para encontrar el agua. 

Para no quedarnos con esta “historia única”, como aconseja Chimamanda Ngozi, hay que leerla a ella y a Chinua Achebe, nigerianos, a Gaël Faye, que con ojos de niño narra el genocidio en Ruanda y a tantos otros escritores de este continente que hemos mantenido, injustamente, lejano. 

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Pilar Lozano

Periodista, escritora de literatura infantil y juvenil, promotora de lectura y escritura. Ha publicado veinte libros, entre ellos La historia los viajes y la abuela, Crecimos en la guerra, Era como mi sombra y Colombia, mi abuelo y yo.

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Historia de amor verdadero entre una rana y un cucarrón

POR Valeria Baena • 21 noviembre 2023

6 MINUTOS

Autor: Francisco Montaña | 99 pg. | SM | 2013

Una rana que vive en Colombia, en el lago de un páramo, se asombra por la llegada de un extraño artefacto que resulta ser un carrito de helados. Allí los animales pueden comprar helados de los más diversos sabores. Para ranas, hay de mosco de pantano, de hierba y moho, de terrones de fondo de lago y de agua de charco; también hay sabores de helados que solo aparecen al principio o al final de una historia: “Érase una vez”, “Frente al pelotón” y “Cuando despertó”. Junto con el carrito llega un comprador que deja rápidamente embelesada a la rana: un cucarrón de cuerpo tornasolado que emite unos reflejos cegadores cuando el sol cae en su caparazón: “A Rana le estaba pasando algo extraño. Creía que este cucarrón lento, de lomo resplandeciente y que había desplegado sus alas transparentes era lo más increíble que hubieran visto nunca sus grandes ojos”. Rana y Cucarrón comparten un helado, que resulta ser el del comienzo de su propia historia en la que se conocen, se enamoran y, sin planear mucho la cosa, terminan compartiendo su vida juntos.

Sin embargo, un día deciden emprender un viaje juntos a Egipto, pues Cucarrón siempre ha tenido la ilusión de regresar a su lugar de origen, donde los cucarrones son venerados. Gracias a la ayuda de Rana, y a que es capaz de nadar llevándolo a él en la espalda, su sueño se hace realidad. Después de un viaje en el que la pobre Rana casi desfallece del cansancio, y gracias a una tortuga desorientada que los remolca un buen trecho, la pareja llega a Egipto y se instala: hacen su casa, consiguen amigos y el cucarrón trabaja haciendo bolitas de estiércol todo el día.

Pero pronto Rana empieza a sentirse fuera de lugar y, después de intentar muchas cosas para sentirse a gusto nuevamente, entiende que debe regresar a la laguna y al quiche donde nació y decide emprender el viaje de regreso a su tierra. Rana y Cucarrón se separan, lo que deja al pobre insecto sumido en una profunda depresión. Hasta que al fin Rana regresa, ¡con una sorpresa muy especial!

La historia de la rana y el cucarrón es, como el mismo título lo anuncia, el relato de un amor verdadero, pues, a partir de lo que les sucede a estos dos animales, es posible identificar las dinámicas propias de una verdadera historia de amor, que puede pasarle a cualquiera: una fuerte atracción inicial, que en este caso está representada por un destello cegador del caparazón de Cucarrón; la necesidad de pasar tiempo juntos y hacer un proyecto de vida; la decisión, por parte de uno de los dos, de apoyar el sueño del otro y remar (literalmente) para que el amado cumpla su sueño; establecerse finalmente en un lugar para que uno de los dos de pronto sienta que no está tan a gusto y que debe regresar a su origen para encontrar también el sentido a su vida.

Lejos de ser la típica historia estereotipada, la novela de Francisco Montaña presenta unas situaciones que parecen ser para niños pequeños, pero llevan al lector de cualquier edad a sentirse identificado o conmovido con momentos reales y profundamente humanos. Los sentimientos pueden ser confusos, repentinos, cambiantes; y en una relación amorosa es posible que uno de los dos dé todo de sí para que el otro pueda cumplir sus sueños.

Esta novela también pone sobre la mesa el viaje de regreso al origen y la necesidad que algunos pueden sentir por volver a donde se sienten reconocidos en su esencia. Sin embargo, ese viaje al origen puede significar para la pareja un esfuerzo titánico, una pesada carga.

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Valeria Baena

Literata con experiencia en gestión cultural y promoción de lectura en el ámbito de la escuela y las bibliotecas. Ha liderado y conformado clubes de lectura para niños y adultos en bibliotecas públicas y librerías.

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Stefano

POR Valeria Baena • 21 noviembre 2023

9 MINUTOS

Autor: María Teresa Andruetto | 85 págs. | Babel Libros | 2008

Stefano es una novela corta de la escritora argentina María Teresa Andruetto que relata el viaje —y el naufragio— de Italia a Argentina de un adolescente que busca escapar del hambre y la guerra. Después de ser rescatado y encontrarse con uno de sus compañeros de viaje, Stefano debe adaptarse a esa nueva cultura que lo recibe. En Argentina trabaja de peón en una finca por un tiempo, hasta que termina por encontrar su propio camino, cuando aprende a tocar el saxo y se une a un circo como músico en la orquesta, donde toca para acompañar los números de los acróbatas.

La novela tiene una fuerte voz narrativa, que relata el viaje de migración de un héroe que podría repetirse en cualquier latitud y en cualquier tiempo. Aunque la autora se inspira en el viaje de su padre, en realidad relata el viaje de millones de héroes que han migrado y siguen haciéndolo en busca de mejores oportunidades. En Stefano el lector es testigo una vez más, así como se viene haciendo desde relatos como La Odisea, de cómo el eterno drama migratorio de la humanidad se convierte en literatura.

Pero, además de narrar una migración de un continente a otro, la novela cuenta también el viaje interno del héroe adolescente que realiza el paso definitivo a la adultez. En ese viaje interior Stefano encuentra un oficio (de trabajar como peón pasa a ser músico); tiene sus primeros encuentros sexuales y se enamora varias veces; también viaja en busca de su identidad: de ser un niño hambriento en Italia pasa a ser un náufrago, un migrante y finalmente encuentra una identidad en un nuevo país, sin soltar del todo sus orígenes.

Esa voz que narra al héroe y el viaje exterior e interior de vez en cuando se intercala con la voz del propio personaje, que se conecta con sus recuerdos más dolorosos, pero al tiempo hermosos, de la infancia. En esos párrafos Stefano le da vida a la madre en el recuerdo, y esa madre se convierte en símbolo de su infancia, pero también de esa cultura italiana que al pasar del tiempo va perdiendo definitivamente. Pero esta voz, además de estar conectada con el pasado, establece un vínculo con el futuro, pues le habla a su compañera de vida, Ema, a quien encuentra al final de las páginas del libro.

El lenguaje, tan característico de las obras de Andruetto, es sutil y preciso, abunda en imágenes poéticas, profundas y conmovedoras. También permite al lector encontrarse con personajes hábilmente construidos y caracterizados, que se quedan en la memoria y tocan las fibras más profundas. Es el caso de la madre que, aunque solo la vemos en el recuerdo, se convierte en una presencia fuerte y determinante para el camino del héroe; es también el caso de Tersa, la amante acróbata de Stefano, una mujer que le enseña las artes amatorias, lo cuida y lo “rescata” después de enterarse de la muerte de su madre.

En palabras de la propia autora: “Si un libro es un modo de conocer, una manera de penetrar en el mundo y buscar el sitio que nos corresponde en él, Stefano me permitió recuperar la sensación de hambre, desarraigo, extrañamiento, de hombres y mujeres que un día se marchan de su tierra, en busca de una vida mejor”.

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Valeria Baena

Literata con experiencia en gestión cultural y promoción de lectura en el ámbito de la escuela y las bibliotecas. Ha liderado y conformado clubes de lectura para niños y adultos en bibliotecas públicas y librerías.

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Carta breve para un largo adiós

POR Paola Roa • 21 noviembre 2023

3 minutos

Autor: Peter Handke | 184 págs. | Alianza Editorial | 2019

Un hombre de treinta años viaja de Austria a Estados Unidos. Lleva consigo dos libros: El gran Gatsby y Enrique el Verde.

El propósito: hacerse otro, alguien distinto al que se es. Atrapar el monstruo y hacerlo pedazos junto con su impaciencia y su impostura. Ir a la búsqueda entonces. Será necesario entrar y salir de sí mismo. Viajar por carretera y por el terreno de la psiquis: de Nueva York a Los Ángeles; del cumpleaños treinta a la infancia, pasando por un matrimonio tormentoso, la vida en el campo y el miedo como fuente casi exclusiva de conocimiento. Mantenerse en movimiento, tirar los dados para que se abra el mundo y el porvenir.

La novela es breve, como las cartas que el protagonista recibe de su exesposa, Judith, amenazándolo de muerte y persiguiéndolo por todo el periplo o, mejor, los dos periplos: el del recuerdo asfixiante de la dulce alienación en que permanecieron por años y el de la ruta en auto que hace por Norteamérica para visitar a John Ford, actor de una película que le avivó las ganas y la conciencia de vivir. El adiós es largo, se extiende a lo ancho de la historia, despidiendo a esas versiones de sí mismo que el protagonista ya no puede sostener, en tensión con la apertura casi melancólica a través de la que descubre otras posibilidades de ser, de estar, de mirar, de narrar todo lo que ha acontecido

Novela de viaje y de formación, que recuerda la consigna de Zaratustra al joven del árbol de la montaña: “Todavía no eres libre, todavía buscas la libertad. Tu búsqueda te ha vuelto insomne y te ha desvelado demasiado. Quieres subir a la altura libre, tu alma tiene sed de estrellas”. En este caso, la altura de libertad tiene una marca de alteridad, su protagonista no quiere permanecer aislado; desea percatarse de los demás, dirigir la mirada a algo diferente a él, observar en la diferencia para encontrarse. Así, en la concatenación de los largos recorridos en auto durante el día, las noches en hoteles de carretera y los sueños por momento perturbadores, dos acontecimientos tensan el hilo en vertical —ese gesto de la experiencia que en el relato de formación detona el aprendizaje porque nos hace levantar la cabeza: por una parte, las conversaciones con Claire y con John Ford sobre la ardua tarea de hacerse a sí mismo e implicarse en el mundo y,  de otra parte, leer El gran Gatsby y Enrique el Verde, dos lecturas sobre las que medita y dialoga a lo largo de la historia, lecturas transformadoras, intensas y que él mismo describe: “como en otras ocasiones, algo que había leído me hacía desear vivirlo inmediatamente”. Esta es la misma intensidad y deseo  que Carta breve para un largo adiós también puede, seguro, despertar en sus lectores. 

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Paola Roa

Lectora, bibliotecaria y profesora. Miembro del colectivo Prosa del Mundo, un espacio educativo y cultural en el que coordina actividades para el estudio de filosofías, pedagogías y políticas libertarias.

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Migrantes

POR Viviana Reyes • 21 noviembre 2023

3 minutos

Autores: Alejandro Reig y Roger Norum | 188 págs. | Ediciones Ekaré | 2019

Los viajes a través de la historia siempre han tenido el poder de transformar a la humanidad, como lo narran, visualizan y reflexionan Alejandro Reig y Roger Norum en su ensayo Migrantes. Allí exponen las cartas de navegación de ilusiones y sentimientos que cargan los viajeros que buscan nuevos destinos, denominados emigrantes, inmigrantes, refugiados, exiliados y expatriados. Dichos viajeros han sido categorizados según su geografía humana: etnia, nivel económico, entorno social y medio utilizado para cruzar las fronteras políticas y culturales de los países o ciudades destino. Los itinerarios y las aventuras de estos viajeros son descritos a partir de las victorias sobre la adversidad, la muerte, la conquista de la felicidad y el nivel de valentía para superar los obstáculos.

Migrantes señala las coordenadas y las rutas a considerar, para lograr entender el contexto político, económico y cultural; asimismo, reflexiona sobre los cambios en el transporte, la tecnología y el trabajo que han llevado a desvanecer las fronteras, y que sean cruzadas con frecuencia por los individuos en los últimos veinte años que buscan un futuro esperanzador y democrático. Al mismo tiempo, hacen un viaje retrospectivo para recordarnos que sin la migración no existiría la especie humana y el poblamiento temprano del planeta, y que es un fenómeno que cobró fuerza nuevamente en el siglo XVI. Nos recuerdan además que los motivos de los viajeros migrantes no han sido solo la supervivencia, sino también la exploración personal y profesional; y que este viaje llamado migración supone controles fronterizos, pinceladas de límites, muros metafóricos, tránsitos temporales, bitácoras de abusos, tiempos suspendidos de oportunidades, comunidades mediatizadas, ciudadanías preestablecidas y lugares multiculturales en Europa, Estados Unidos y Suramérica, donde ocurre la situación más dramática de su historia, la denominada “crisis migratoria”.

Migrantes nos lleva a conocer, comprender y ponerse en el lugar del otro, entre la realidad y la leyenda, y el sutil vaivén entre el pasado y el presente; muestra la importancia de las historias sensibles y entrañables en tiempos de crisis, que golpean tanto la razón como el corazón.

Leer Migrantes es leer el libro del mundo a través de postales, es una historia registrada por todos y contada para el futuro, que esperamos se siga escribiendo con palabras e imágenes humanamente más rápido, en sociedades más igualitarias y más libres.

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Viviana Reyes

Fundadora y librera de Léeme y Leeré, ubicada en Yopal (Casanare).

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Viajamos tan lejos

POR Adriana Carreño • 21 noviembre 2023

3 Minutos

Autores: Laura Knowles y Chris Madden | 64 págs. | Editorial Amanuta | 2017

Las migraciones de los animales parecen, a veces, salidas de la ficción. Las distancias que recorren las criaturas sobre la tierra, sus propósitos y sus aventuras en movimiento son tan sorprendentes que parecen de cuento. Pero lo cierto es que muchos animales hacen desplazamientos increíbles, los han hecho desde tiempos inmemorables, y los siguen haciendo.

En Viajamos tan lejos conocemos las travesías de veinticinco animales que no necesitan equipaje para moverse de un lugar al otro:  langostas del Caribe que marchan en fila por el fondo del mar; mariposas monarca que pintan el cielo de naranja cuando vuelan hacia el sur; elefantes guiados por sus matriarcas buscando el agua del río, y muchas otras criaturas que se mueven por el planeta para encontrar un mejor clima, alimentos o un lugar donde reproducirse o aparearse.

Cada doble página de este libro nos lleva por los hábitats de los animales a través de ilustraciones coloridas que nos permiten viajar también por distintos paisajes del mundo: las tundras de Noruega por donde pasean los lemmings; el suelo blanco y helado que pisan los caribús al norte; los cielos sobre los Himalaya por donde vuelan los ánsares indios.

Al tiempo que disfrutamos de los escenarios, leemos los breves textos informativos con datos curiosos sobre los animales viajeros y sus itinerarios, narrados desde la voz de los protagonistas.

El viaje que emprendemos está lleno de maravillas. Quizás sea la elección de los animales, algunos muy conocidos y cotidianos, otros completamente extraños y remotos, o tal vez lo maravilloso esté en sus hazañas, en el enorme esfuerzo que supone para muchos de ellos moverse cientos, a veces miles de kilómetros, para completar su ruta vital. La maravilla puede venir también de la invitación que se abre para los lectores, el impulso por descubrir un poco más a cada criatura: salir de las páginas y extender la búsqueda para conocer mejor a los protagonistas. Este libro sobre el movimiento sacude la curiosidad, la despierta, hace que los lectores también nos movamos.

Este libro de gran formato cierra el viaje con un mapa para seguir las rutas migratorias de los animales que ya conocimos y entrega, en breves cápsulas, la información sobre las distancias que cada animal recorre por cielo, mar o tierra. No dejamos de maravillarnos de lo lejos que viajan, que viajamos, porque, como nos lo recuerda este libro, los seres humanos también somos animales en constante movimiento.

Laura Knowles ha participado en varios libros de no ficción para niños. La vida natural la apasiona y su obra lo evidencia. Su coequipero es Chris Madden, un ilustrador nacido en Inglaterra que, además de libros, ha creado afiches publicitarios, piezas para artículos en revistas y magazines y sus propios proyectos artísticos.

Adriana Carreño

Escritora, promotora de lectura y librera en Ocasumi Librería, en Subachoque (Cundinamarca).

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Camas gemelas

POR Paola Roa • 21 noviembre 2023

5 minutos

Autor: Paola Caballero Daza | 161 págs. | Cajón de Sastre | 2020

“De un tirón” es la expresión que nos auxilia para hablar de una lectura que no nos ha dado tregua, que no ha admitido que le impongamos un ritmo y que nos hace seguirla hasta sus últimas consecuencias. Sin pausa, hurgando la curiosidad, irónica, dolorosa. Inevitable.

En la entrada “Lectura” del Diccionario de las Artes, Félix de Azúa advierte que leer no es un arte visual, sino auditivo, y Camas gemelas es un ejemplo preciso. Se está en ella oyendo, escuchando un pensar. Un flujo de recuerdo y presente que se abigarra para revelar a una mujer-joven-niña que nos cuenta todo. Ese todo de su cabeza y su cuerpo poseídos por el mal de Saturno, la desazón suprema, el no querer y la tentación de levantar la mano contra uno mismo. Ese todo que es el amor al Negro, su hermano, que desde niño también trata de sacarse algo de la cabeza.

La historia se teje entre Bogotá y la costa Caribe, en sus paisajes físicos y culturales, en las texturas, los olores y las percepciones del cuerpo y la piel, principalmente las producidas por el calor, el mar y la música. En el relato minucioso de conversaciones, caminatas y trayectos, vamos reconstruyendo los escenarios en los que trascurre la vida de la Nena y del Negro; escenarios que, a medida que avanza el relato, nos duelen, porque sabemos que quedaron vacíos —sin él— y a los que ella tendrá que regresar una y otra vez, sin lograr escapar del recuerdo, del duelo y de su voz interior, “porque no merezco descansar ni encontrar sosiego, ni ver concedido ningún deseo, porque sólo soy digna de ser mortificada en un recorrido interminable y circular porque hasta la muerte me ha sido negada y te seguirás devorando hasta quedar vacía porque no tienes hijos ni marido que devorar”.

Sin duda, el rasgo determinante de esta obra está en la “doma” del lenguaje que hace su autora para poner en palabra estados de ánimo y situaciones mentales desbocadas. Sabemos que el lenguaje nunca podrá expresar la realidad, pero hay, pareciera, una obstinación en esta novela por transmitir —sin ser testimonio—, por sincronizar en la escritura lo que se piensa —o lo que se delira— mientras se vive. Mantra y reniego, elogio e imprecación por todo lo que envuelve y determina a la Nena y al Negro. Por la exploración y comprensión de su dolor y de su enfermedad, condenados a vivir en soledad, echados en sus camas gemelas, de espaldas a un mundo que ha resuelto que su herida sólo puede controlarse con medicamentos de los que nadie sabe casi nada.

Es un viaje a la tumba exhumada del Negro y desde ella a la vida, al humor y a la música que antecedieron la tumba y dan origen a la narración, para verlo vivir, cantar, para oírlo reír con su hermana desde una mirada ácida y burlona a la realidad. No es solo melancolía, es también dulzura y complicidad lo que nos permite esta historia;  la grieta que Paola Caballero Daza logra abrir en este libro para compartirnos un poco de la luz y el desorden de su habitación.  

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Paola Roa

Lectora, bibliotecaria y profesora. Miembro del colectivo Prosa del Mundo, un espacio educativo y cultural en el que coordina actividades para el estudio de filosofías, pedagogías y políticas libertarias.

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Antonia va al río

POR Valeria Baena • 21 noviembre 2023

6 minutos

Autor: Dipacho | 36 págs. | Cataplum Libros | 2019

“Dedicado a todos aquellos que han tenido que dejar a la fuerza su hogar”. Esta es la única frase que el lector encuentra en el libro álbum Antonia va al río, del autor e ilustrador colombiano Dipacho. En el resto de las páginas, a excepción del nombre de una lancha y el grito de llamado a Antonia, una perrita que se pierde en medio de la travesía por la selva, encontramos la historia de un desplazamiento narrado a partir de imágenes. El relato cuenta el viaje de tres familias que salen de su hogar en el campo, en la mañana, con maletas, cajas y mascotas, atraviesan el río y la selva, y llegan en un carro en la noche a un nuevo lugar que bien podría ser una ciudad. En este viaje la mascota de una niña se pierde, dejando una inmensa tristeza en la familia que, no obstante, debe continuar su camino y dejar a la perrita Antonia atrás.

En la historia nos enfrentamos a un drama personal y concreto —que a cualquier persona en el mundo le puede pasar—: la pérdida de una mascota. También nos enfrentamos a otro drama que es colectivo y que es y ha sido una de las mayores tragedias de nuestro país: el desplazamiento de los habitantes de zonas rurales, pescadores y campesinos a zonas urbanas, en una huida de la violencia y la guerra. Pero este no es un libro que nos hable solo a los colombianos de hoy en día: la historia de Antonia, su familia y sus amigos es también la de personas de todo el mundo, a lo largo de la historia de la humanidad.

Por otro lado, aunque Antonia va al río pareciera estar dirigido a niños pequeños que no saben descifrar el texto escrito, este álbum despliega una narración en imágenes compleja y llena de detalles y guiños al lector, lo que lo convierte en un libro que pueden leer y disfrutar lectores de cualquier edad. Es el caso, por ejemplo, del nombre de la lancha que transporta a los personajes del libro, “Niño chévere”: Dipacho cuenta que él se encontró una fotografía en una exposición de Jesús Abad Colorado que retrata el momento en que este barco transportaba de regreso, a su casa por el río Atrato, en 2002, a víctimas de la masacre de Bojayá (Chocó).

Y aunque se suele creer que la lectura de imágenes es una actividad sencilla, la realidad muestra que las personas no estamos acostumbradas a leer historias en imágenes, a escudriñar detrás de lo que un ilustrador nos quiere comunicar desde la línea y el color. Por eso la publicación de libros como este es indispensable para la educación de un público lector de imágenes a través de las cuales se narre una historia compleja, profunda y de carácter universal.

Además, contiene pequeños detalles que nos muestran cómo los niños de esta historia son capaces de sentir empatía por los demás, son amigos y juegan entre ellos desde el inicio hasta el final del recorrido. En las páginas del libro se siente un espíritu tan fuerte de apoyo, comunidad y solidaridad que, a pesar de la pérdida de Antonia, uno siente que no todo está perdido.

No obstante, Antonia va al río está hecho para que cada lector pueda generar su propia narrativa y aportar su propia interpretación. Como todo libro de calidad que solo contiene imágenes, cada lector podrá leerlo desde su universo y contexto, y atravesará una única experiencia estética.

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Valeria Baena

Literata con experiencia en gestión cultural y promoción de lectura en el ámbito de la escuela y las bibliotecas. Ha liderado y conformado clubes de lectura para niños y adultos en bibliotecas públicas y librerías.

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Ébano

POR Pilar Lozano • 21 noviembre 2023

Autor: Ryszard Kapuscinski | 352 pg. | Anagrama | 2018

Este libro me llevó a sentir y a vivir África, ese inmenso retazo del mundo donde resultan más valiosas el agua y la sombra. Ébano muestra la gigantesca deuda de los países europeos con este continente  saqueado “de sus gentes, arruinada y destruida”. Una rapiña que empezó antes de que se lo repartieran, con las redadas para cazar humanos y esclavizarlos.

Kapuscinski llegó por primera vez a África en 1958. Aterrizó en Ghana, recién liberada. El sueño de sus gentes no solo era ser libres, sino iguales y lo alimentaba un hombre reverenciado como un profeta:  Nkrumah, uno de los líderes que pregonaba ¡África para los africanos! Empezaba la oleada de movimientos descolonizadores impulsados por muchos de los que fueron enrolados en las filas de los ejércitos franceses e ingleses en la Segunda Guerra Mundial. Allá, en los campos de batalla se les desdibujó esa creencia del blanco como ser superior que les habían  inculcado. Regresaron a sembrar ideas  de emancipación. Todo esto nos cuenta este periodista polaco.

Pero en un mismo estado -como ocurrió en las colonias-  quedaron unidas  etnias rivales, enemigas. Llegaron, entonces, asegura este maestro del reportaje, las “décadas  más oscuras”. Se encadenaron guerras civiles, golpes de estado, masacres  y revueltas avivadas más de una vez por los antes amos y por las dos potencias de la guerra fría. El autor resume estos tiempos aciagos: “Pobreza y decepción en los de abajo. Voracidad y codicia en los de arriba”. Anidaron dictadores como Idi Amin en Uganda y Mengistu en Etiopía y surgieron ejércitos de niños: ocuparon el lugar de los adultos muertos en tanta guerra. Señala a los ingleses como artífices de la larga guerra en Sudán y  a Belgas y franceses -estos últimos ya aceptaron su culpa- como instigadores de la tragedia en Ruanda.

Kapuscinski pasó largos periodos, durante 40 años, en este convulsionado continente. Sus historias reflejan también un mundo espiritual rico y complejo, comunidades donde el individualismo es visto como señal de desgracias. Pinta con palabras, paisajes y momentos deslumbrantes: “Al alba en la tierra aparecerán, al mismo tiempo, el sol y la sombra del árbol, el sol despertará a la gente, que no tardará en ocultarse  buscando la protección de la sombra”. “Es como un gran jardín botánico donde se ha permitido que se establezcan los humanos”, dice al describir un lugar de Ghana. Y retrata  las montañas de Ruanda: ”altas y al mismo tiempo suaves. Sus tonos esmeralda, violeta y verde aparecen enmarcadas por la luz del sol”. Y comparte su fascinación al conocer la llanura de Serengeti, la más grande concentración de animales salvajes: ”Precisamente aquí  se contempla ese mundo recién nacido, un mundo sin el hombre, y por lo tanto sin pecado.” 

Revela, además, secretos: ¿cómo mueren y dónde están los cementerios de elefantes? Y narra la insólita historia de Liberia. Es un libro plagado de vivencias; aparecen los peligros que  acechan en todos lados: la malaria, las serpientes, las hambrunas, como las que conoció en Etiopía y en Somalia. Allí, en el desierto somalí, los niños empiezan a cuidar rebaños de camellos a los ocho años, “esas acacias solitarias, esas matas de hierba espinosa, esos baobabs gigantescos se convierten en señales que les dicen dónde están y por dónde deben caminar” para encontrar el agua. 

Para no quedarnos con esta “historia única”, como aconseja Chimamanda Ngozi, hay que leerla a ella y a Chinua Achebe, nigerianos, a Gaël Faye que con ojos de niño narra el genocidio en Ruanda y a tantos otros escritores de este continente que hemos mantenido, injustamente, lejano. 

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Pilar Lozano

Periodista, escritora de literatura infantil y juvenil, promotora de lectura y escritura. Ha publicado veinte libros, entre ellos La historia los viajes y la abuela, Crecimos en la guerra, Era como mi sombra y Colombia, mi abuelo y yo.

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Los suicidas del fin del mundo

POR Pilar Lozano • 21 noviembre 2023

3 minutos

Autor: Leila Guerriero | 240 págs. | Tusquets | 2005

La autora nos lleva a un viaje a Las Heras, una población en la Patagonia argentina envuelta en polvo y viento. El “tenebroso suspiro del viento” que parece estar en cada página tira los cables del teléfono, desgarra árboles, golpea con violencia puertas y ventanas.  Para estar en Las Heras, afirma una voz del libro, “tienes que amar el viento”.

Con esa habilidad de los grandes cronistas, Guerriero nos pasea por este rincón alejado del mundo en el que hombres y mujeres, todos jóvenes, decidieron en un momento, entre el final de un siglo y el comienzo del nuevo, cortar de un tajo sus vidas. Juan Gutiérrez, el último de este rosario de muertes —porque fueron doce—, se colgó de un cable de la luz momentos antes de que con grandes festejos se diera la bienvenida al siglo XXI.

“El maligno se los llevó”, “Tenían problemas familiares”, “Eran parte de una secta”, fueron los rumores que corrieron cuando empezó la trágica saga.

La Iglesia católica buscó la solución celebrando más misas, los evangélicos llenaron las calles de oraciones, se crearon programas y grupos de apoyo.

Pero, en últimas, “Nada sirvió, nadie hizo nada”.

Las Heras era un pueblo de catorce cuadras, un poco más de ocho mil habitantes, y estaba envuelto en las sombras de bonanzas pasadas. La última, el petróleo, atrajo a hombres ansiosos de futuro y a mujeres dispuestas a sacar provecho del montón de dinero que ellos ganaban. Y de la mano del pecado, cuenta esta periodista argentina, llegaron las Iglesias, muchas, con su ramillete variopinto de creencias. Pero se privatizó el petróleo, se tercerizaron muchos oficios; lo abrazó la desesperanza, el desempleo, la pobreza y el olvido. El libro retrata un pueblo que no tiene que ver “con el resto de todo un país”. La autora se detiene y reflexiona: “Imaginé una vida así, sin que a nadie le importe”.

Y trenza el relato con testimonios de personas, muchas “golpeadas por la vida”: el peluquero, la encargada del cabaret, la copera… Pedro, el profesor gay, el raro, que afirma que, entre sus alumnos, los más pequeños tienen ganas de destruir, los más grandes de autodestruirse. Lo quieren: “Me ven como alguien que los entiende”. Y están las voces de los hermanos, de las madres, siempre cargadas de culpas: “¿Qué hice mal?”; de preguntas sin respuesta: “¿Por qué lo hicieron?”. Una de ellas se atreve a decir: “Lo que pasa es que aquí para la juventud  no hay nada”. Y están también, amigas y amigos de los suicidas, muchos llenos de sueños rotos, de tormentos, de “hubiera sido mejor no haber nacido”.

“Quería ser alguien”, se repite en muchas páginas. Pero para lograrlo toca salir a estudiar lejos y para eso no siempre hay dinero. La cronista, entonces, comenta: “Ser alguien era algo que querían ser muchos ahí en Las Heras. Ser alguien, decían. Como si ellos, así, no fueran nadie, nada”.

¿Cómo no pensar al leer este libro en poblaciones colombianas que, tras el paso de distintas bonanzas —la última la coca—, quedan sumidas en la desesperanza, pobladas por seres “rotos a pedazos”? ¿Cómo no pensar en los jóvenes que en estos años han alzado su voz para gritar que llevan décadas pidiendo que los escuchen porque les han negado un lugar, la posibilidad de ser, de tener sueños? ¿Cómo no pensar en los suicidios de jóvenes indígenas en esa Colombia no registrada en el imaginario de nuestros políticos? ¿Veremos crecer las cifras de los que deciden no estar agobiados por tanta indiferencia, por tanto hastío en medio de una vida sin esperanza?

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Pilar Lozano

Periodista, escritora de literatura infantil y juvenil, promotora de lectura y escritura. Ha publicado veinte libros, entre ellos La historia los viajes y la abuela, Crecimos en la guerra, Era como mi sombra y Colombia, mi abuelo y yo.