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Zoom

POR Valeria Baena • 21 noviembre 2023

8 MINUTOS

Autor: Istvan Banyai | 62 págs. | Fondo de Cultura Económica | 1995

Tres palabras vienen a la mente cuando terminamos de leer Zoom de Istva Banyai, ilustrador húngaro radicado en Estados Unidos: viaje, cine y juego.

A partir de una narración hecha exclusivamente con imágenes, el autor nos propone un viaje que inicia en la cresta de un gallo y recorre diferentes regiones del mundo, épocas y culturas. Las imágenes nos muestran un paisaje de granja, la cubierta de un crucero, el caos de una gran ciudad, un vaquero en el desierto de Arizona, una tribu en una isla australiana, un piloto que conduce su avión.

La narración nos lleva, entonces, a conocer en cada página un mundo diferente, a partir de una técnica que nos remite claramente al cine: una cámara que se va alejando cada vez más, que hace un zoom out y, de esta forma, revela situaciones que sorprenden cada vez más al lector. Esta técnica del cine, que por definición consiste en abrir el ángulo de la lente y disminuir el tamaño de lo que se ve en la imagen, plantea un cambio de lugar y un cuestionamiento sobre “la realidad” de lo que percibimos: el hecho de ver algo de cerca y al detalle puede hacernos perder el contexto y, por ende, cambiar el sentido de las cosas.

Esta idea de la imagen dentro de la imagen dentro de la imagen resulta un juego muy divertido para el lector que, una vez entiende la dinámica propuesta por el libro, empieza a tratar de anticipar lo que viene en la siguiente página. Es también el juego del ilustrador con nosotros, pues nos lleva sin previo aviso de un lado a otro, nos hace saltar de un crucero donde hay un niño aburrido, a una calle congestionada de una gran metrópoli en Estados Unidos. Se trata de una técnica narrativa que no solo hace parte de la tradición literaria (pensemos por ejemplo en las historias dentro de la historia de Scherezada en Las mil y una noches o en las historias intercaladas del Quijote), sino que nos remite a otros libros álbum como Flotante de David Wiesner y El libro en el libro en el libro de Jörg Müller.

Zoom es, además, una narración en imágenes que no requiere el uso de las palabras para contar historias, describir personajes y lugares, y plantear cuestiones existenciales: el concepto de infinito, lo relativo que puede ser para los seres humanos estar en el mundo, la diversidad cultural y natural de nuestro planeta y, al mismo tiempo, su insignificancia al compararlo con el universo. Cada lector puede encontrar preguntas de gran calibre en las lecturas que haga de este libro, que, además, puede convertirse en una herramienta muy útil en espacios de mediación de lectura, en talleres o en el aula de clase.

Publicado por primera vez en 1995, este libro, que ya se ha convertido en un clásico, hace una propuesta gráfica y editorial novedosa para su época. Aunque es un libro sin texto, sus imágenes no se pueden clasificar como “infantiles”, pues tienen un carácter que parece estar más cercano a la ilustración de revistas o afiches, con colores planos, líneas definidas y formas reales. Su portada totalmente roja, que resulta llamativa en cualquier librería o biblioteca, sus guardas y todas las páginas del lado izquierdo negras, el papel grueso y la impresión con colores vivos hacen que Zoom sea un libro, un objeto, un juguete y una obra de arte al mismo tiempo. Además, es uno de esos libros que no son para ningún rango de edad sino para todos lectores, que se puede leer de principio a fin y de atrás para adelante, y que permite muchas relecturas, pues en cada una va a ser posible encontrar un nuevo detalle o una idea diferente.

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Valeria Baena

Literata con experiencia en gestión cultural y promoción de lectura en el ámbito de la escuela y las bibliotecas. Ha liderado y conformado clubes de lectura para niños y adultos en bibliotecas públicas y librerías.

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El museo itinerante de la señora Schaff

POR Paola Roa • 21 noviembre 2023

4 minutos

Autor: Hugo Chaparro | 234 págs. | El Peregrino Ediciones | 2014

El museo de esta historia abarca el mundo entero, sus piezas son secretos de ámbar, pequeños objetos que doce amigos distribuyen por el mundo, dispuestos solo para aquellos de ojos atentos y rápidos. Es un museo itinerante, dentro de una novela que también es un museo itinerante; se experimenta en su interior una fascinante aventura intelectual, se está en muchos lugares del mundo, en diferentes épocas y en doce vidas, con tal intensidad que por momentos es necesario alejar el libro y preguntarse por el extraño artefacto que se sostiene en las manos, capaz de contener un universo único que se revela en diferentes textos que dialogan durante toda la novela: el ensayo, la poesía, el diario, la carta, la fotografía. 

La señorita Shaff, historiadora del arte y curadora, se ha propuesto combatir a la oscura Orden de los caballeros del ámbar que ha hecho del arte un feudo, burlándose de su arrogancia y su avaricia, alterando la geometría tradicional del museo para contraponer a la quietud, a la inmortalidad y a la romería turística el azar, el destino y la experiencia. Para ello emprende una misión en la que reúne a doce amigos que viven en diferentes ciudades del mundo y que tienen diversos talentos y oficios en el arte. Serán retratados juntos en el palacio de Versalles por quien sea, quizá, el más entrañable de los viajeros de esta historia, Ryukichi, muchacho, vagabundo y fotógrafo fugaz. La fotografía de los doce está en la tapa del libro, a la que volvemos durante toda la lectura para ir reconociendo el rostro de las vidas que se nos narran y para constatar el semblante —el aura— de los viajeros en esa tarde de la primera avanzada del museo itinerante.

Irán dejando al azar, en lugares inauditos, pero a la vista de todos entre París, Cartagena, Ciudad de México, Buenos Aires y otras ciudades piezas de una colección de objetos de ámbar que pertenecieron a una emperatriz rusa del siglo XIX, conformando así el museo, en el despliegue del rumbo incierto que toman los objetos cuando hacen parte de la vida y del mundo, aceptando el movimiento y el cambio como condición de existir (“como ese grano de arena repetido en el desierto, estamos en todas partes”) y conscientes de que cada objeto guarda una historia y hace parte del guion de la vida de alguien, o de muchos. Los objetos y en este caso las piezas de arte no pueden ser propiedad de nadie: “su único dueño es la suerte”.

A la historia la sostiene un entramado simbólico y ritual poderoso, una filosofía del arte, una ética de la intuición y una teoría del tiempo que, imaginamos, el autor tejió por años, con la paciencia y el cuidado de un narrador artesano, filósofo y lector voraz; un tanto erudito y cínico, y otro tanto sencillo y enternecedor. Minucioso en el retrato de los doce protagonistas y de sus devenires existenciales, los conocemos no solo en la singularidad de sus biografías extraordinarias, también en el sentido que le dan a su experiencia vital y a su relación con el arte. La misión que les propone la señorita Shaff y que realizan con exactitud será documentada por ella en cartas, escritos e imágenes en un gesto de memoria y de provocación para el lector. Nos recuerda la potencia de existir y la fugacidad de la vida, la persistencia en ella y en lo indeterminado de nuestra condición: “Los jugadores se miran desconcertados. La suerte se está burlando de ellos. Saben que el azar decide cada uno de sus movimientos. Que obedecen a un destino impredecible. Pero nunca imaginaron que la geometría del juego se fuera a desordenar contradiciendo las reglas con un jugador sorpresa”.

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Paola Roa

Lectora, bibliotecaria y profesora. Miembro del colectivo Prosa del Mundo, un espacio educativo y cultural en el que coordina actividades para el estudio de filosofías, pedagogías y políticas libertarias.